15 marzo 2011

Consigo

Sé que mirando y mirando
se desató mi ceguera,
sus noches seguí buscando
y llené días de espera.

Nunca de tanto entregado
te has de arrepentir,
me aconsejó mi cuñado
atento le escuché seguir.

Que si a la mujer amada
te entregaste en un suspiro,
no te arrepientas de nada
sólo acepta su retiro.

Y quédate con lo bueno
que ya vendrá tu hada alada,
como silencioso trueno
o como estrella salada.

Aunque no haya aparecido
con tantos buenos amigos,
la mandaré hacia el olvido 
y que sea feliz consigo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario